Los Colegios Municipales del Barrio de Prosperidad. Mis recuerdos...

Grupos Escolares Mariano de Cavia e Isidro Almazán, actualmente Luis Bello I y II.

Grupo Escolar Mariano de Cavia. Curso 1955-56
Grupo Escolar Mariano de Cavia. Curso 1955-56

Nací en la calle de Luis Cabrera (cuando la calle todavía era de tierra) en el año 1950 y desde los dos años ya acudía al Colegio Mariano de Cavia. Después, con seis años y medio, me pasaron al Isidro Almazán, donde estuve hasta 1962. De la primera época de estudios, curso 1955-56, conservo una foto de grupo. Estamos cerca de 200 alumnos del Mariano de Cavia y las correspondientes profesoras. Es una auténtica joya, que durante décadas estuvo perdida por casa.


Como vivía muy cerca de los colegios (a escasos 50 metros), todas las tardes pasaban por delante de casa los profesores del Isidro Almazán. Muchos días coincidían con mis padres y les daban el parte sobre mi conducta y aplicación en sus respecticas clases. ¡Qué agobio…!
Los nombres de los profesores de aquellos años eran: 1º, don Inocencio; 2º, don Vicente; 3º, don Anastasio; Ingreso, don Joaquín; 1º de bachiller, don Antonio; 2º, don Francisco; 3º, don Fernando, y 4º, don Senén. También estaban otros profesores para los que no querían hacer bachiller: don Francisco (otro) y don Tomás. Don Agustín era el Director del Colegio. Entrábamos al colegio a las 9 de la mañana y lo primero que hacíamos era, en el patio, y formados por cursos, izar la bandera y cantar el “Cara al sol”.
Se entraba al Colegio alrededor de las 9 menos diez. A las 9 se cerraba la puerta de entrada y se quedaban en la acera los que llegaban tarde. Se les abría después de estar el resto de alumnos en las clases y les correspondía limpiar el patio.
Colegio Isidro Almazán. Curso 1959-60
Colegio Isidro Almazán. Curso 1959-60
Recuerdo que don Inocencio era padre de familia numerosa y llevaba a los hijos al colegio en una vespa verde con sidecar. Vivía por Ventas y yo les veía pasar ante la puerta de casa. Ya he contado que vivía en la calle Luis Cabrera. Don Inocencio era el encargado de la clase de gimnasia. A las 9 de la mañana, con ropa de calle y en el patio, hiciera frío, calor o lloviera. Me acuerdo de que estrenamos el potro y el plinto. Después, a examinarte por libre en el Ramiro de Maeztu.
Como pincelada acerca al sistema de calificación, me acuerdo ahora de don Senén, profesor de literatura e idiomas, que nos daba unas cartulinas (nos las cobraba) con un número, del 1 hasta el último de los alumnos que formábamos la clase. Nos sacaba alrededor del aula para preguntarnos la lección. Intercambiabamos la cartulina numerada al contestar acertadamente o no a sus preguntas y, según el número que tuviéramos a final de mes, así ponía la nota. El 1, un 10. El 2 y 3, un 9. El 4, 5 y 6, un 8. A partir del 25, suspensos. A los 5 últimos, un 0.

Después de muchos años he vuelto a visitar los dos Colegios en los que transcurrió mi etapa infantil y juvenil. Parece que nada haya cambiado: los largos pasillos, las clases, la sala de profesores, el patio, el vetusto comedor, donde la dieta estaba reforzada por la leche en polvo y el queso americano que, durante más de una década, fue el complemento alimenticio para los niños de los colegios nacionales. Hasta el viejo piano parece reconocerme...
Son muchos los recuerdos y vivencias que se agolpan en la mente referidos a aquellos años de mi vida. Supongo que todos ellos, bien aplicados, han logrado conformar un carácter y una forma de ser en todos los que acudimos, ya hace muchos años, a aquellos Colegios Municipales.
 Mayo de 2013
Jose Luis Villarrubia Rapp